lunes, 11 de mayo de 2009

De las semillas y el renacer

21/02/08
Dejé el fruto enterrado en la tierra, y sobre su maceta de barro cayó la lluvia y la nieve, y la turba negra se cubrió de escarcha, y asomada en mi alféizar le azoto el viento. El musgo creció y el tiempo pasó y la semilla no parecía despertar de su letargo, durmiendo encogida dentro de su hueso duro. Pero antes de que llegase la tercera primavera después de ser plantada, dos cotiledones blanquecinos salieron a la luz, al principio caídos como si estuvieran soñolientos; pero pronto se desperezaron estirándose al sol en un bostezo matinal de inevitable despertar. Y cuando me asome a la ventana y lo vi bostezando en aquel soleado día de finales de invierno me invadió de nuevo la olvidada esperanza.

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