lunes, 11 de mayo de 2009

El coleccionista

01/02/08
Allí mirándome con los párpados y los miembros caídos desde las desvencijadas estanterías de caoba, había cientos de marionetas, con los hilos enredados, los vestidos remendados y la pintura agrietada; algunos autómatas de bronce con cuerpos articulados, máscaras de escayola y trajes de retales; y muñecas de porcelana en diversos estados de degradación que parecían seguirme con la mirada triste y vidriosa. Las paredes cubiertas de seda verde mostraban una inmensa colección de mariposas y polillas pinchadas en sus alfileres dentro de los marcos dorados, y entonces lo vi moverse entre las sombras que proyectaba la chimenea, estaba sentado en un sillón de orejas, vestía una chaqueta de terciopelo púrpura y bebía una copa de Porto.
-Acércate-, dijo-, te he estado esperando.

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